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Sueños de un Pergamino

Latidos

Renacer

Renacer El aliento del mar, exhalando fragancias marinas, jugaba a deshacerle los cabellos. A lo lejos, los barcos venían de la faena, pera a ella ninguno le decía nada. Cerró los ojos y se sumergió en nuevos senderos que se hacían paso en la mente. Acostumbrada al dolor, de quien siempre espera, cayó en la cuenta de que aún seguía varada en aguas lejanas.

Anochecía. El frío la sacó de la abstracción y, en la ribera, el faro le recordaba que ya no había tempestad. Que sólo tenía que seguir por el nuevo camino, más seguro, sin rocas. Detuvo sus pensamientos y la naturaleza paró su actividad. Una sonrisa apareció en su cara, como amanecer en una noche de invierno.

Él, cuya simbiosis del mar con su piel aún no desapareciera, estaba a dos pasos de ella, observando con ternura, y la acompañó en la sonrisa. La ligazón de sus almas era muy fuerte, por eso conocía la marea de pensamientos que pasaba por su cabeza. Hasta ahora el mar les había dado la vida, pero siempre amenazando con llevarla a las profundidades. Delante, otro horizonte. Otro camino, en el que recordaría siempre la imagen de la persona amada, en la tensa espera, como la mejor muestra de amor.

Era un renacer.

La inquietud del faro

¡Paz!

¡Paz! ¿Esto es realidad? No lo sé, parece un sueño: estoy en un prado, coronado de crisantemos; el olor que producen, se empapa en mí, como un colador al atravesarme la brisa. Es de verdad un momento hermoso.

Algo cae del cielo. Blanco. Es un pájaro; ya sé, una paloma, que con suavidad, aterriza a mi lado. No me ve; ahora estoy en lo cierto, qué pena que sea un sueño (supongo que esto no sería deserción). Está tan cerca que siento cómo las patitas rozan la hierba, su pausado respirar y... ¿Será verdad? ¡Sus latidos! Un escalofrió recorre todo mi cuerpo, casi duele.

¿Y ahora qué veo? ¿Un hombre? ¿Qué hace? ¡No puede ser!

Un estruendo y un grito mío atravesaron el aire, a la vez que el dedo decidido, pulsó el disparador. El vil metal profanó la pequeña belleza.

¡Estoy despertando! No era sueño. ¡Era una pesadilla! Limpio el sudor, y aún dudo de la realidad, pues la ventana está abierta y una ramita de olivo yace sobre las sábanas.

De nuevo todo se funde en negro y luego distingo una realidad gris. Escucho un aliento. A alguien le cuesta respirar. ¡No! ¡Soy yo! Esto es real, y tengo dolor, el enemigo nos está atacando y alguien grita con locura:
- ¡A cubierto! ¡A cubierto! ¡Nos bombardean!

Se hizo la luz

Se hizo la luz Busco entre recuerdos, aquellos folios antiguamente escritos; constelaciones con estrellas movedizas, que se disuelven en trazos ininteligibles. La sopa de letras me confunde, en un remolino de imágenes que se suceden vertiginosamente; al final, tinieblas.
Llego a un profundo pozo negro, con fondo impalpable, tal es la nada. Desorientado. Perdido. Sumergido en la oscuridad, lo que sea ésta. Echo las manos a la cabeza y grito; no siento manos, ni produzco sonido alguno. Pierdo la esperanza y desespero.

Inquietud del alma.

De repente, una luz cegadora me invade, de forma que deseo la oscuridad. Siento que me desplazo. Asciendo. No, caigo vertiginosamente. Este debe ser el fin.

Todo se detiene y siento una latencia; el tiempo. Algo en mi crece. Hace eco en mis pensamientos. Quiero aferrarme a ese latido. Se hizo la luz y veo…

…el cursor parpadeando, esperando pulsaciones.