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Sueños de un Pergamino

Renacer

Renacer El aliento del mar, exhalando fragancias marinas, jugaba a deshacerle los cabellos. A lo lejos, los barcos venían de la faena, pera a ella ninguno le decía nada. Cerró los ojos y se sumergió en nuevos senderos que se hacían paso en la mente. Acostumbrada al dolor, de quien siempre espera, cayó en la cuenta de que aún seguía varada en aguas lejanas.

Anochecía. El frío la sacó de la abstracción y, en la ribera, el faro le recordaba que ya no había tempestad. Que sólo tenía que seguir por el nuevo camino, más seguro, sin rocas. Detuvo sus pensamientos y la naturaleza paró su actividad. Una sonrisa apareció en su cara, como amanecer en una noche de invierno.

Él, cuya simbiosis del mar con su piel aún no desapareciera, estaba a dos pasos de ella, observando con ternura, y la acompañó en la sonrisa. La ligazón de sus almas era muy fuerte, por eso conocía la marea de pensamientos que pasaba por su cabeza. Hasta ahora el mar les había dado la vida, pero siempre amenazando con llevarla a las profundidades. Delante, otro horizonte. Otro camino, en el que recordaría siempre la imagen de la persona amada, en la tensa espera, como la mejor muestra de amor.

Era un renacer.

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